Tejo
El fruto del tejo

El tejo (Taxus baccata) es un árbol conífero, y uno de los más longevos que existen. Por término medio alcanza los 750 años, aunque hoy en día todavía viven ejemplares que rozan los dos mil años de antigüedad.

Siempre verde y con un tronco grueso, aunque relativamente corto, la copa de los tejos es ancha y las ramas crecen prácticamente en horizontal. Las hojas son finas y punzantes, y el fruto, que se puede apreciar en la imagen, es en forma de anillo de color escarlata intenso y aloja una semilla con forma elipsoidal en su interior. Las flores son pequeñas y de color blanco. Al contrario que en otras especies venenosas, el fruto del tejo es inocuo, aunque para consumirlo hay que retirar previamente la semilla.

La toxicidad del tejo se encuentra en las hojas, ramas, flores y semillas. Los síntomas que provoca la intoxicación con tejo son una primera aceleración del pulso para, posteriormente, volverse lento y desigual, y en dosis mortales fallecimiento por parálisis respiratoria.

No obstante su toxicidad, en la antigüedad se utilizada el tejo como antídoto para las picaduras de víboras. En los años setenta del pasado siglo se descubrió que la corteza de una variedad de tejo que abunda en el litoral Pacífico tenía altas propiedades anticancerígenas debido al taxol, un compuesto presente en esta variedad. De todas formas, pronto cayó en desuso: para tratar a una persona se destruían dos o tres tejos adultos. Por suerte, la sustancia acabo sintetizándose en laboratorios. Posteriormente se descubrió que el tejo común también tiene una sustancia similar presente en las hojas.

La madera del tejo es muy resistente a la par que flexible. Por ello, durante la Edad Media fue utilizada para fabricar arcos. En algunas zonas como las islas británicas este uso llevó al tejo al borde de su extinción. Una de las armas de madera más antiguas que se han hallado es un hacha datada en más de cincuenta mil años.


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