A principios del siglo XX, el mundo del arte entró en una profunda revolución. Se sentía una necesidad de romper con las formas tradicionales de representación artística predominantes en la época.
Hasta ese momento el arte ilustraba fielmente el mundo que lo rodeaba. La creatividad y las cualidades del artista eran aportados por elementos como la luz o el encuadre. Fruto de este deseo de ruptura con lo figurativo nacen las llamadas vanguardias.
La fotografía, como elemento artístico, no fue ajeno a todos estos cambios y siguió un camino paralelo a la pintura. Las doctrinas que la fotografía adoptó fueron el surrealismo, el dadaísmo, el expresionismo y el futurismo, entre otras.
En la primera década del siglo XX, la fotografía y la pintura se fundieron para crear una técnica que se utilizó en la mayoría de las expresiones vanguardistas: el collage.
Esta técnica se usaba desde mediados del siglo XIX para elaborar álbumes de recortes, pero fue en el siglo XX cuando los artistas lo pusieron de moda entre el público.
Por otra parte, el fotomontaje (una mezcla artística a base de distintas imágenes) surgió a mitad de la segunda década del siglo XX y el dadaísmo lo usó como expresión de su doctrina.
En España se desarrolló más tarde que en el resto de Europa. Autores como Massana, Catalá i Pic, Gabriel Casas, Josep Sola o Josep María Lladó lo aplicaron a la publicidad.
También figuras como Gregorio Prieto, Benjamín Palencia, Remedio Varó o Manuel Monleón lo desarrollaron y lo llevaron a la práctica como pura expresión artística.
Nicolás de Lekuona y Josep Renau fueron los dos autores más carismáticos de la vanguardia fotográfica española. Ambos simbolizaban el compromiso con las ideas y el deseo de romper con viejas estructuras.
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